Controlando nuestro karma
Como la mayoría de las personas no son conscientes de su karma, no pueden conectar los puntos entre causa y efecto. Solo a veces, cuando los resultados ocurren inmediatamente después de la causa, por ejemplo, cuando ponemos nuestro dedo en agua hirviendo, podemos conectar esos puntos y aprender la lección. Con el karma, solo tenemos una opción: o el karma nos está controlando, o nosotros estamos controlando nuestro karma. Practicamos para estar a cargo de nuestras vidas y ayudar a los demás: controlo mi karma; Mi karma no me controla.
Cuando controlamos nuestro karma, podemos cambiarlo. La mayoría del karma es karma persistente, karma «sobrante». Este karma persistente es el más difícil de solucionar, porque se crea por acciones muy pequeñas e insignificantes que se repiten todos los días. Seguimos repitiendo y repitiendo algunas acciones o pensamientos durante mucho tiempo, y al final, obtenemos el gran resultado de esas acciones. ¡Sorpresa! Si realmente miramos de cerca, veremos que grandes resultados kármicos fueron creados por algún tipo de karma persistente. Por lo tanto, es importante estar al tanto de nuestros pequeños hábitos diarios.
Si queremos cambiar nuestro karma, primero debemos entender nuestros hábitos. El siguiente paso es lograr esa comprensión. Ser conscientes de que tenemos algunos hábitos negativos es el primer paso, pero no es suficiente. La comprensión no puede ayudar. Alcanzar el hábito significa que esta comprensión tiene algo de energía. Solo entonces podremos decidir: «¡Voy a cambiarlo!» Después de tomar una decisión firme, necesitamos tener un método para cambiarla.
La manera hábil de comenzar todo el proceso es crear lo que Charles Duhigg llama un «hábito clave». Este nuevo hábito puede iniciar un efecto dominó al cambiar no solo uno sino muchos hábitos con el tiempo. No te preocupes por el resto de nuestro karma, solo haz eso. Si tratamos de cambiar muchas cosas a la vez, fallamos. Para el estudiante zen, nada podría ser un mejor hábito clave que la costumbre de meditar a primera hora de la mañana. Por la mañana, la fuerza de voluntad de todos es la más fuerte. Mientras estamos sentados quietos y simplemente respiramos con la parte inferior del abdomen, podemos recargar nuestra batería de fuerza de voluntad. No hay forma de cambiarnos si tenemos un centro débil, es decir, si nuestra batería de fuerza de voluntad se agota.
Así que comencemos nuestro día con algo de práctica, solo 10 minutos cada mañana. Con el tiempo, este pequeño hábito de 10 minutos de meditación cada mañana desencadenará un efecto dominó de cambios positivos en nuestra vida. El maestro zen Ko Bong solía decir: «No te preocupes por tu karma; solo haz el hábito de practicar fuerte «.
Por Andrzej Stec JDPSN