En estos momentos de crisis, la gran cuestión sobre la vida y la muerte aparece frente a nosotros con una cercanía y realidad inusuales. Continuamente, estamos experimentando sentimientos de pérdida, impotencia y peligro. Lo que está sucediendo ha puesto nuestra vida patas arriba y todo aquello que parecía tener una base sólida ya no la tiene. De una manera que a veces miedo que aparece ante esta situación puede llegar a ser abrumador. Podemos sentirnos abrazados por algo difícil de aceptar e imposible de rechazar.
Esta situación es parecida a la planteada en uno de nuestros kongans clásicos: »Cuando todo el universo está en llamas ¿a través de qué tipo de samadhi puedes escapar de ser quemado?»
La pregunta parece presentar una barrera impenetrable. ¿Cómo puedes escapar de ser quemado cuando todo a tu alrededor está incendiándose? ¿Hay algo que no se pueda quemar? En otro kongan, el Maestro Zen Man Gong nos da una pista, diciendo: «Incluso si este mundo explota, si todos tienen una cosa pura y clara, nunca desaparecerá. Esa cosa a veces sueña, a veces está despierta. Así que te pregunto: sin soñar, sin estar despierto, ¿dónde está?»
Buda nos dejó con la misma pregunta y no trató de consolarnos de manera convencional. Cuando estaba a punto de entrar al nirvana, dio a sus alumnos una determinante y simple enseñanza: «Todo es impermanente. Sé persistente y sigue intentándolo». En este punto aparece la claridad, a pesar de lo efímero de todo ¡lo más importante es mantener encendida intensamente la llama de la mente que intenta!
El Dharma que compartió con nosotros fue, y sigue siendo, el desafío para la vida y la muerte. Definitivamente, no es otro cachivache ofrecido en el altar de nuestro pequeño ego limitado, impulsado principalmente por el deseo, el consumo y una sensación de seguridad y comodidad frágil, como vemos ahora. La crisis actual nos muestra que es suficiente privarnos de nuestros juguetes favoritos y romper la fiesta de una manera desagradable para empujarnos al pánico y minar la forma en que tratamos de darle sentido a todo.
El miedo, como tal, no es ni bueno ni malo, muy a menudo se convierte en nuestro aliado al agudizar nuestra atención cuando nuestra vida y la salud de otras personas están en peligro. Pero cuando se sale de control y determina totalmente nuestra relación con el mundo, se convierte fácilmente de invitado a ladrón y roba el espacio originalmente libre de apego e ilimitado de nuestra mente original. De hecho, el miedo es un componente de nuestra mente condicionada y, junto con algunas otras corrientes emocionales y mentales, se convierte fácilmente en un obstáculo. Se interpone en el camino de la no dualidad original, separándonos de la realidad y nuestra verdadera naturaleza; cubriendo esta única cosa clara que señalaba el Maestro Zen Man Gong, y a la que Buda dedicó su vida.
Uno de los textos más importantes en el que se apoya la práctica del zen es el Sutra del corazón y contiene un mensaje muy interesante y estimulante: «El Bodhisattva depende del Prajnaparamita y la mente no es un obstáculo. Sin ningún obstáculo no existen temores». En el zen decimos: la mente es Buda y, como tal, no es un obstáculo seguro, sino nuestra guía y maestra. Sin embargo, debemos seguir recordándolo, despertando a su naturaleza de prajna como un espejo, libre de miedo y otros obstáculos.
Entonces, ¿qué podemos hacer? Mi consejo es simple: escondámonos bajo el camino, visitemos nuestro cojín de meditación tan a menudo como podamos, cultivemos la conexión con nuestra verdadera naturaleza usando el despertador de la práctica formal. Si observamos nuestra mente con determinación y preguntamos sinceramente «¿Qué es esto?» entonces las cortinas del engaño se caen para revelar el silencio vívido y luminoso que impregna el cuerpo y la mente, donde la ganancia y la pérdida, la enfermedad y la salud, la vida y la muerte son solo huéspedes temporales en nuestro hogar original. Esta es la fuente de nuestro verdadero poder espiritual.
Usemos este poder para cuidar a los demás. Especialmente hoy en día, la necesidad de una compasión activa es ilimitada y hay mucho trabajo para todos. Practicar el bien y ayudarse mutuamente siempre hace felices a ambas partes.
Como todo es nuestro maestro, el coronavirus no es una excepción. Es un maestro muy peligroso y difícil, pero tal vez por eso es el mejor. Lo que comprendamos y cuál será el resultado de esta confrontación dependerá de nosotros. Así como todo es impermanente, incluido el virus, esta entrevista, impuesta a la fuerza por él a la humanidad, también llegará a su fin, algún día. ¿Volveremos a nuestros sueños o despertaremos a la médula de nuestro ser y crearemos un mundo de sabiduría, compasión y amor?
Nuestro Triple Refugio: Buda, Dharma y Sangha, no son palabras vacías, sino una ayuda viva que siempre está extendiendo su mano para encontrarse con la tuya. Cuando se produce ese encuentro, se obtiene un poderoso apoyo. Descubres que, sumergido en Prajnaparamita, libre de miedo y de todos los obstáculos, ¡el bodhisattva eres TÚ!
–Maestro zen Joeng Hye